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Victor Klemperer y la Lengua del Tercer Reich

Otro fascinante artículo de Juan Ribó Chalmeta, dedicado esta vez a señalar cómo se puede tergiversar un idioma(=donde reside nuestra identidad y en gran parte el modo de pensar, como sabemos), por muy bello que sea, y usarlo como vehículo a disposición de quien introduce los cambios, tanto para bien como para mal. Esto no es algo que haya sucedido sólo con el alemán, pese a la cantidad de prejuicios injustos que nos clava la propaganda de USA mediante películas, videojuegos, etc. También ha ocurrido y sigue ocurriendo en otros muchos países como predijo G. Orwell, el nuestro o los mismos EE.UU son un buen ejemplo de ello, mas estos últimos están relativamente a salvo de cualquier crítica negativa al ser los que portan la batuta.

„El lenguaje es más que sangre“, Franz Rosenzweig (1886-1929)

„Jamás olvidaré esa noche, esa primera noche en el campo de concentración que hizo de mi vida una sola larga noche bajo siete vueltas de llave. Jamás olvidaré ese silencio nocturno que me quitó para siempre las ganas de vivir. Jamás olvidaré esos instantes que asesinaron a mi Dios y a mi alma, y a mis sueños que adquirieron el rostro del desierto. Jamás lo olvidaré, aunque me condenaran a vivir tanto como Dios. Jamás.“ Elie Wiesel (nac. 1928). 

Devoro estos días finales de 2012 el libro de Victor Klemperer (filólogo, profesor de Universidad e hijo de rabino), LTI La Lengua del Tercer Reich, Apuntes de un filólogo (LTI Lingua Tertii Imperii, Notizbuch eines Philologen), un diario sui géneris publicado en 1947 en cuya redacción su autor encuentra cierto solaz durante la peor hora de Alemania, los 12 años de terror bajo la férula de Adolf Hitler (1933-1945), su Reich de los Mil Años afortunadamente venido a menos.

Y lo hace, entre otras anécdotas, vivencias y, sobre todo, padecimientos y humillaciones, como judío y filólogo que es, observando y tomando nota de los cambios que él percibe en la lengua usada y moldeada por el régimen y sus esbirros, servida a la población en discursos, leyes, boletines de noticias e, incluso más insidiosamente, en el habla del día a día de todo hijo de vecino. Pervertida para mejor aprovechamiento de la propaganda nazi, todo en la LTI era discurso, apelación, arenga, incitación, buena para ser declamada („deklamiert“), fanatizar y sugestionar a las masas.

Nada se le escapa a este erudito de las lenguas románicas y germánicas, observando desde su guarida de Dresde (donde fue desposeído de su Cátedra ya en 1935, según las Leyes de Núremberg), muchas veces con la amenaza de la violencia, la deportación  y la muerte, hasta qué punto el idioma alemán, sin quererlo, se estira o retrocede, avanza o se contrae, innova, inventa, toma prestado  o vuelve a sus fuentes, según las necesidades del poder, revistiendo a veces trazas de neolengua en su impostado „teutonismo“ lingüístico (por ejemplo „Menschlichkeit“ en vez de la demasiado liberal y judía „Humanität“; „Belange“ en vez de „Interessen“; o „Entpflichtung“ en vez de „Emeritierung“ [jubilación]); o a la inversa, en su abuso de préstamos extranjeros (Hitler usará „diskriminieren“, pero también „diffamieren“ en vez del más alemán „schlechtmachen“, precisamente porque los anteriores no se entienden, narcotizan mejor a las masas y acallan su pensamiento, igual que hablará de „Defätismus“ en vez de los más alemanes „Wehrkraftzersetzung, zersetzende Geisteshaltung, Schwarzseherei“ [derrotismo])

No se ha dicho lo suficiente, pero Hitler, ese cabo de baja estofa procedente de Baja Austria y de muy bajo nivel cultural, empapado del antisemitismo vienés de Lüger y Schönerer,  lleno de odios irresueltos, maltrató su lengua siempre, según Klemperer: „fuera solemne, fuera sarcástico (las dos tonalidades que le gustaba alternar), Hitler siempre hablaba o, más bien, gritaba de manera espasmódica. Incluso en el momento de máxima agitación, uno puede conservar cierta dignidad y calma interna, cierta seguridad en sí mismo, un sentimiento de armonía con uno mismo y con su comunidad. Hitler, el rétor consciente, exclusivo y fundamental, carecía de todo eso desde el principio. Nunca hubo serenidad, nunca hubo musicalidad en su voz, en el ritmo de sus frases, siempre sólo burdos latigazos dirigidos contra los otros y contra sí mismo. Nunca entendí cómo pudo, con sus burdas frases muchas veces construidas de manera lesiva para la lengua alemana, ganarse a las masas y cautivarlas y sojuzgarlas durante un período tan terriblemente largo.“ En su delirio religioso, supurando megalomanía y paranoia, Hitler se tomaba ya por un nuevo Redentor alemán en su martirio o guerra santa (verdadera „Auftrag“ [tarea, misión] mejor que la foránea „Mission“), más allá del cristianismo, denostado como se sabe por ser hijo del judaísmo.

Tensión, tormenta, empuje, movimiento. Pero, sin saberlo del todo (¿o quizá sí?), el nazismo va recogiendo de aquí y allá para su LTI, pero sobre todo de los despreciados y „degenerados“ expresionistas (también de los futuristas italianos), palabras como „Aktion“ [acción],  „Sturm“ [asalto, tempestad] o „Bewegung“ [movimiento, como en „Munich, Capital del Movimiento“, es decir, del partido NSDAP]: „La LTI hereda y comparte con los expresionistas las formas del énfasis en la voluntad y el impulso tormentoso“, que a su vez vendría  de los prerrománticos del „Sturm und Drang“. Por su parte, el infatigable Ministro de Propaganda, Goebbels, a parte del periódico de agitación contra los judíos „Der Stürmer“ (el asaltante), sobre todo tiene su propio rotativo „Der Angriff“ (el ataque), de título aún más agresivo, igual que la guerra debe ser „relámpago“ („Blitz“) o no ser. Mientras tanto, frente a esta beligerancia, en una especie de bipolaridad nazi o vuelta al pasado algo sentimentaloide y campesina, se habla oficialmente de escuelas para „Junge und Mädel“ (zagales y mozas),  en la Arcadia feliz de la retaguardia, en vez del más neutro y urbano „Knaben und Mädchen“ (chicos y chicas)…

Nuevas profesiones. En su delirio, sin entrar aquí en el gusto que tomó el nazismo por las siglas tecnificantes y deshumanizadoras, y en su pasión por el superlativismo, se acabó por quitarle el título a los trabajos ejercidos por judíos. Un dentista judío para judíos, como no podía ser de otra forma, era un „terapeuta dental“;  el médico judío deviene en „Krankenbehandler“ (cuidador de enfermos) y el abogado judío en un simple „Winkelkonsulent“ (consultor jurídico, un picapleitos, un abogadillo). Un judío, además, siempre es „el judío Fulano o Mengano“, hay que recordar siempre que es judío, por si acaso, una especie de „machaqueo estilístico, ya presente el el epitheton ornans de la Antigüedad“: el judío Marx, el judío Heine, el judío Trotsky, y no solamente Marx, Heine o Trotsky („Ulises, fecundo en ardides“, „Aquiles, el de los pies ligeros“, „Júpiter altitonante“, etc.). Sin embargo, cima de crueldad, las cartas llegadas a domicilios de judíos que obviamente ya quizá ni siquiera vivían, eran devueltas obliteradas con el siguiente eufemismo: „Destinatario emigrado“ („Ausgewanderter Empfänger/Adressat“), muerto quizá de „parada cardiaca“ en un campo de concentración o „en aplicación de la ley de fugas“, como se decía cruelmente…Casi peor pues esto que el tuteo sistemático de la Gestapo y el populacho hacia provectos y educadísimos judíos, otro insulto recurrente.

Runología o neopaganismo germánico. En los periódicos, que Klemperer escudriña con curiosidad y emoción de entomólogo, cuando tiene arriesgado acceso a ellos, se topa Klemperer con esquelas o natalicios para mayor gloria de la LTI: los alemanes nacidos o muertos durante el periodo bajo estudio son seres solares, radiantes, hijos de una raza solar, „sonnig“, y por tanto con su propio lenguaje y alfabeto, las runas, oráculo de „aquel que sabe“ o „está en el secreto“. Ver por ejemplo este anuncio de un natalicio, publicado por el Dresdner Anzeiger del 27 de julio de 1942: „Volker image 21-7-1942. En la época suprema de Alemania, a Thorsten le ha nacido un hermanito. Con alegría teñida de orgullo, Else Hohmann y Hans-Georg Hohmann, Untersturmführer [subjefe de los escuadrones de asalto] de las SS en Dresde…“; el natalicio es anunciado con la runa Algiz o de la vida (llevada por los vikingos en cualquier combate, quizá signifique „alce“, el gran herbívoro del norte) antes de la fecha de nacimiento, acompañando nombres claramente nórdicos, todo presidido por el „orgullo“ familiar de quien aporta otro vástago rubio y solar a la causa nacional (si el líder de las juventudes nazis se llamaba Baldur [von Schirach], ¿cómo no iban a llamarse los nuevos alemanes Dieter, Detlev, Uwe, Harald, Dietmar-Gerhard, Margit, Ingrid, Uta, Karin o incluso Heidrun?, se pregunta Klemperer). Más adelante, una necrológica, teñida esta vez de tristeza mezclada también cómo no de orgullo, anuncia la muerte del „luminoso hijo“ de un comandante en la reserva, un soldado, muerto „für Führer und Vaterland“, como convenía a la mística del Reich (la fórmula: „Cayó creyendo firmemente en su Führer“, no era inhabitual, nos señala Klemperer). Igual que el sol, la runa Sigel („el Sol“ o „la Victoria“), la Sigel doble de las „Schutzstaffel“ (SS o  image  : la guardia pretoriana del partido),  irrumpe en la lengua como un rayo zigzagueante rasgando las nubes, con su poder destructivo pero también con su calor. Todo es o ha de ser hecho de manera „zackig“ como el rayo según los nuevos tiempos y la LTI: de forma „arrojada, gallarda“, significando también „dentado, con púas“, como las letras góticas o las runas nórdicas, sin redondeces, „zackig“: estética y comportamiento se funden. Así pues, se espera del judío llamado ante la Gestapo para dar cualquier explicación, que se presente y se cuadre ante sus verdugos de forma „zackig“  también él, sin titubeos, como el rayo fulgurante de las  image . Y de un alemán, que muera también por supuesto de forma „zackig“.

¿Un calendario nazi? Curiosamente, los nombres de los meses alemanes, volviendo a un pasado mítico-rural muy centro-europeo como ocurre con el croata, el polaco, el checo o el ucranio (febrero, el mes „cruel“, „Luty”; agosto, la “Guadaña”), no llegan a cuajar: sólo el mes de marzo pasó a llamarse „Lenzing“, y esto sólo muy esporádicamente en el sur de Alemania (de „ Lenz“, forma poética de llamar a la primavera); enero en vez de llamarse „Januar“ o „Jänner“ podía haberse llamado „Hartung“ (la dureza de la tierra congelada), o noviembre podía haberse tornado „Nebelung“, el mes de las brumas cercano al „Brumario“ francés revolucionario, pero esto quizá hubiera sido demasiado, siendo objeto de estudio hoy el porqué de la no-aplicación final de un calendario nuevo que conviniera a la reinterpretación del tiempo y de la historia por parte de los nazis. ¿No le dio tiempo al Imperio de los Mil Años? El Tercer Reich, en realidad, antes que las pretensiones de Moscú, ¿sería la Tercera Roma aún por venir, y se tomaba, de todas maneras, por tanto, su tiempo?
La lectura de Klemperer, en todo caso, además de emocionante, es sencillamente fascinante. Una joya para cualquier enamorado del alemán y de la historia reciente de aquel país, a través del maltrato que sufrieron su idioma y los alemanes de toda confesión, sobre todo la judía como es sabido.

Curiosidades:

·    Bula Klemperer: Victor Klemperer reunió una notable biblioteca, lamentablemente perdida durante los bombardeos aliados sobre Dresde en 1945. Entre los documentos perdidos para siempre, algunos antiquísimos, figuraba la Bula Klemperer, o Bula Rodrigo de Borja, futuro papa Alejandro VI, probablemente impresa en Segovia en 1473 (por tanto, quizá el documento impreso más antiguo de España), mediante la cual el pontifex pedía dinero a su grey para la cruzada contra la Sublime Puerta a cambio de las famosas indulgencias. Se consideraba un documento único hasta que dos ejemplares de la misma reaparecieron misteriosamente en 2007 en el Archivo Catedralicio de la misma Segovia, reutilizados para la encuadernación de dos incunables…

·    Leyes de Núremberg/Nürnberger Gesetze (1935) y una crueldad especial:  cita Klemperer en su libro, cómo esas leyes de septiembre 1935, a parte de las innumerables vejaciones que supusieron (por ejemplo el porte de la estrella amarilla), se cebaron de manera especial en la vida privada de los judíos: por ejemplo, ni podían conducir, ya que los judíos no eran dignos de conducir por las carreteras del Reich, construidas por alemanes, ni podían tener animales domésticos: „En efecto, más tarde nos quitaron a nuestros animales domésticos (gatos, perros y hasta canarios) y los mataron, ya que, viviendo con judíos, esos animales habrían „olvidado la pureza de su especie“. Se trata de una de las crueldades de las que no habla ningún proceso de Núremberg y por las que levantaría, si pudiese, una horca alta como una torre para castigarlas, aunque me costase la bienaventuranza eterna“.

·    Sylvia Plath (1932-1963) y la „lengua de alambre de púas“: años después, otra autora que se refiere al alemán, asimilándola injustamente y ahondando en los peores estereotipos de la mala fama nazi, como „lengua-máquina“ y „lengua-revoltijo de púas“ [¡„zackig“!] es la poetisa norteamericana Sylvia Plath, hija de alemanes, reprochándole en el poema „Daddy“ (1962) a su padre Otto, muerto tiempo atrás, un imaginario pasado nazi (fascinante poema por otra parte):

(…)
I never could talk to you.
The tongue stuck in my jaw.

It stuck in a barb wire snare.
Ich, ich, ich, ich,
I could hardly speak.
I thought every German was you.
And the language obscene.

An engine, an engine,
Chuffing me off like a Jew.
A Jew to Dachau, Auschwitz, Belsen.
I began to talk like a Jew.
I think I may well be a Jew.
(…)

 
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Publicado por en 22 enero, 2013 en Historia de Alemania

 

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