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De Estocarda a Francoforte y Norimberga: exaltación de los exónimos no sólo germanos

Vuelve Juan Ribó Chalmeta con un nuevo aporte, esta vez con un artículo que nos sumerge de lleno en el interesantísimo mundo de la etnolingüística. El presente escrito, tan plenamente detallado y con la cantidad de información que habitualmente el autor gusta de concentrar en sus estupendos trabajos, como ya sabréis por otros artículos que ha compartido con nosotros, se centra en los exónimos  germanos para nuestro bloc, mas no detiene ahí su esfuerzo, amplia la investigación para proporcionarnos una mayor visión general y anima con ello a que los lectores propongan, si conocen, más casos que puedan resultarnos de interés. Aquí concluye mi introducción, que disfrutéis su redacción.

Frente a las reticencias de algunos, muchos vemos fuente de placer y evocación en la existencia y el uso generoso y extendido de los “exónimos” en el campo fascinante de la etnolingüística. El exónimo es el nombre de un lugar (topónimo) expresado en una lengua diferente a la lengua autóctona de dicho lugar (siendo su antónimo el “endónimo”). Por ejemplo, hay uso de exónimo cuando en castellano hablamos de “Burdeos” en vez de Bordeaux, “Londres” en vez de London, “Florencia” en vez de Firenze, “Niza” en vez de Nice (precioso el gentilicio castellano derivado, por cierto: “nizardo”), o cuando en catalán hablamos de “Milà”, “Torí”, “Nàpols”, “Sàsser”, “Càller”, “Tolosa de Llenguadoc” o “Ais de Provença”, en vez de Milano, Torino, Napoli, Sassari, Cagliari, Toulouse y Aix-en-Provence; o cuando los polacos llaman a Madrid “Madryt” y los lituanos “Madridas”. Ejemplos hay miles. Unos más acertados u oportunos, otros menos. Por ejemplo, llamar “Güesfalia” al land alemán de Westfalen (y al tratado de paz homónimo, 1648) sería quizá una exageración o despropósito parecido al famoso “güisqui” de la RAE, despreciado por el usuario de la lengua desde el principio: mejor no pasarse y decir “Westfalia”, y, en mi opinión, mantener también el gaélico “whisky” en su irlandesidad o escocesidad.

El uso de exónimo es extendido en literatura y en periodismo, aunque a veces debería serlo más, y con más conocimiento; y es menos extendido en nuestra comunicación oral, más rápida y menos dada a complicaciones o contemplaciones históricas. Curiosamente, el asunto incluso merece una conferencia monotemática y periódica en Naciones Unidas: la Conferencia de las Naciones Unidas sobre la Normalización de Nombres Geográficos (United Nations Conference on the Standardization of Geographical Names) o UNCSGN por sus siglas en inglés, reunida de forma itinerante en tiempo y lugar, para conseguir una nomenclatura geográfica única en todo el mundo, que mantenga los endónimos de cada lugar, y excluya, claro está, los exónimos inveteradamente arraigados en las distintas lenguas y culturas.

No en vano esa conferencia es parte de la Comisión de Estadística de Naciones Unidas, más proclive por naturaleza a facilitar la homogeneidad general, la simplificación en materia cartográfica y estadística, y, en general, a evitar que el nomenclátor internacional levante ampollas o avive tensiones históricas no del todo enterradas en todas partes. “Gracias” a esta conferencia decimos hoy Bangladesh en vez de Bengala, y Sri Lanka en vez de Ceilán, Myanmar en vez de Birmania…

También en España se ha cometido una extralimitación a mi parecer algo absurda (la última en febrero de 2011 en el caso vasco), al permitirse que los entes locales decidan sobre el nombre oficial y único de ciertas demarcaciones territoriales, y así nos encontramos con el caso de tener que eliminar el exónimo cuando en un texto oficial en castellano hablamos de Guipúzcoa o Vizcaya, Orense o La Coruña, Lérida o Gerona, o el archipiélago balear, teniendo que escribir ahora siempre sólo los endónimos Gipuzkoa, Bizcaia, Ourense, A Coruña, Lleida y Girona, e Illes Balears, respectiva e invariablemente…Yo no lo haré, y hablaré de “Girona” cuando hable en catalán, pero diré “Gerona” si hablo en castellano y pregunte por su calle en Madrid.

Y es que son bonitos y evocadores los exónimos, porque reflejan los lazos culturales e históricos que se han ido tejiendo entre las naciones o regiones, en sus contactos de siglos, y sobre todo entre sus ciudadanos, que son al fin y al cabo quienes ponen nombre a las cosas y los lugares, apropiándose así de lugares de forma sentimental. Es lógico que los españoles hablemos, por ejemplo, del Franco Condado cuando nos referimos a la región francesa de la Franche-Comté (¡Franche-Comtât en arpitán!), Borgoña en vez de Bourgogne o Flandes en vez de les Flandres o Vlaanderen, Amberes y no Antwerpen…En el ámbito germánico, son especialmente bonitos los nombres alemanes de algunas ciudades de Transilvania (hoy Rumania), la Siebenbürgen (Septem Castra latina) de la colonización alemana de aquellas tierras a partir del siglo XII (Ostsiedlung), entre las cuales:

·Sibiu, antes Hermannstadt, capital de los sajones de Transilvania  

·Bistriţa, antes Bistritz ·Braşov, antes Kronstadt                              

·Sighişoara, antes Schäßburg                                                                         

·Cluj, antes Klausenburg                                                                                

·Timișoara, antes Temeswar o Temeschburg

Más allá de Transilvania, los alemanes llaman a la ucrania Lvov „Lemberg“ (¡Leopoli los italianos!) y „Czernowitz“, patria chica del poeta Paul Celan (1920-1970), a Cernăuţi; Reval a Tallinn en Estonia; Memel a Klaipeda, y Kauen a Kaunas, ambas en Lituania; y, ya lo vimos, por supuesto Königsberg a la actual Kaliningrado, de nombre ruso tan artificial y soviético; Agram a Zagreb, y Laibach a Ljubljana; Lüttich a la belga Lieja (Liège/Luik); Brünn a la morava Brno, y Preßburg a la eslovaca Bratislava (que nosotros llamamos también Presburgo); a Wrocław en la Silesia polaca los alemanes llaman Breslau (y nosotros, Breslavia); pero ojo con llamar nadie a la polaca Łódź, „Litzmannstadt“, por las connotaciones nazis tremendas del nombre; siendo Danzig aceptable e históricamente arraigado para Gdańsk, en la Triciudad de Pomerania, mientras que Gdingen Gotenhafen para Gdynia (o Gedania en castellano) resulta más espinoso (otro nombre muy nazi)…

De vuelta en Alemania, son especialmente emocionantes en castellano, por su curiosa latinidad, algunos nombres de ciudades:

·Aachen, Aquisgrán o Aix-la-Chapelle en francés                                        

·Augsburg, Augusta                                                                                                          

·Koblenz, Coblenza                                                                                              

·Köln, Colonia                                                                                                        

·Mainz, Maguncia                                                                                                                                              

·Meißen, Misnia                                                                                              

·Regensburg, Ratisbona                                                                                                              

·Speyer, Espira, en Renania-Palatinado                                                                   

·Trier, Tréveris

Resultando muy forzadas, quizá, o simplemente desconocidas: Lipsia (Leipzig), Dos Puentes (Zweibrücken), Bona (Bonn), Brema (Bremen), Lubeca (Lübeck), Vormatia (Worms) y Escafusa en Suiza (Schaffhausen).

Y ¿qué decir de Muñiste por Münster, caída en el olvido? Claro que también llamamos Mastrique a Maastricht; Bolduque a Bois-le-Duc o s’Hertogenbosch en Brabante; e incluso Liorna a la italiana Livorno (que los ingleses llaman ¡Leghorn!), llevándose la palma Ríjoles, la italiana Reggio di Calabria, que no Reggio nell’Emilia…

Sin embargo, curioso, no traducimos algunas grandes ciudades, o no del todo, como München (que deviene en un extraño Múnich, mientras que los italianos la llaman Monaco di Baviera), Braunschweig (preferimos al parecer el inglés “Brunswick”), Frankfurt (afrancesado innecesariamente para nosotros en “Francfort”, mientras que los italianos sí dicen, precioso, Francoforte), o Stuttgart (que los italianos llaman Stoccarda, y los portugueses, curiosamente, también llaman Estocarda, mientras que para los españoles no existe otro nombre que el alemán: ¿por qué?). Creativos donde los haya, los portugueses: ¡Banguecoque para Bangkok! ¡Nova Iorque para New York! ¡Y Amesterdão!

Para seguir en el ámbito germánico: la región histórica central sueca de Svealand quizá deba llamarse, en puridad, “Suecia verdadera”, Sweden proper en inglés (“Egentliga Sverige”, su endónimo), pues éso significa; la región no menos histórica de Götaland, Gotia en castellano, donde está Gotemburgo; y las provincias de Skåne, Östergötland y Dalarna (“los valles” en sueco, Dalarna), devienen en Escania (Scania en inglés), Ostrogotia y, ojo, el extraño castellano/latín Dalecarlia (o “the Dales”, en inglés), respectivamente.

Más exónimos españoles: Angora (Ankara), Trebisonda (Trabzon), Alejandreta (Iskenderun), Esmirna (Izmir) con su gentilicio “esmirní”, Cesárea (Kayseri), o Adrianópolis (Edirne) en Turquía; Negroponte para la isla de Eubea en Grecia; o Ragusa con su gentilicio “raguseo” para Dubrovnik en Croacia; Filipópolis para Plovdiv en Bulgaria…

Curiosamente, los alemanes sólo traducen nuestras regiones (Andalusien, Aragonien, Baskenland, Katalonien, etc), pero no traducen nuestras ciudades, a excepción de Saragossa, a la catalana. Sin embargo, por ejemplo en Italia, los alemanes no se cortan: Mailand (que los polacos llaman Mediolan, guardando casi íntegra la latinidad, la latinidad de nuevo, de Milán), Venedig, Neapel, Rom, Florenz, Genua, Syrakus… ¿Por qué? ¿Eufonía, costumbre, necesidad, comodidad, más intercambios, más lazos históricos entre esas dos naciones? Claro que tampoco los italianos se privan: Salisburgo, Norimberga (Nürnberg), Berlino, Lubecca, Aquisgrana, las ya vistas Stoccarda, Monaco di Baviera y Francoforte…Siendo espectacular la Budimpešta/Бу̀димпешта serbocroata para llamar a la gran capital húngara.

Emocionante, en todo caso, estar en el aeropuerto de Atenas y escuchar, hoy, abril de 2013, que tu vuelo a “Konstantinópolis” está a punto de salir. ¡Κωνσταντινούπολις!

Gracias a los exónimos por todo lo que nos enseñan de nuestra historia, y por lo que nos enriquecen en un mundo en caída libre hacia la homogeneización y la simplificación.

¿Conoces más? ¿Cuál es tu preferido? ¿Tienes algún gentilicio o derivado especialmente bonito? Propongo algunos:

·Regiomontano, de Königsberg

·Bipontino, de Dos Puentes, en Renania Palatinado
·Antuerpiense, de Amberes
·Jerosolimitano, de Jerusalén
·Roterodamense, de Rotterdam
·Biarrota, de Biarritz
·Bergamasco, de Bérgamo
·Damasceno, de Damasco
·Urbinate, de Urbino, como Rafael…

 

Danke nochmal, Juan!

Os añado una foto que hice en Regensburg (Ratisbona, 2012), en la que se pueden leer más nombres por los que se conoce a la ciudad.

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Publicado por en 14 abril, 2013 en Cultura alemana, Otros

 

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